¿Dios iría a un concierto de música irreverente, explícita y bakala? Samantha Hudson (Mallorca, 1999), la artista multifacética que debutó con Maricón hace casi diez años, asegura que sí. La música como instrumento de reivindicación, de lo queer y de lo disidente no es una novedad para la cantante que, tras Liquidación Total (2021) y AOVE Black Level (2023), regresa con Música para muñecas (2025), su proyecto más consciente, casi como un diario personal, en el que ha aprendido a decir que no.
La de Magaluf pasará por el festival Sónar para presentar el proyecto, no sin antes posicionarse sobre la polémica aflorada en las últimas semanas tras conocerse que el fondo de inversión propietario del festival, KKR, tiene intereses en los territorios ocupados de Cisjordania. Aparentemente ajena al revuelo, el icono queer se reúne con la Vanguardia en Barcelona. Entre bromas irreverentes y con su humor ácido característico trae consigo el vinilo con el que afirma que “todas las muñecas sienten que están donde tienen que estar”.
¿Este año irá finalmente al Sónar?
Sí, el Sónar ha sido un festival que ha ofrecido un espacio maravilloso y fantástico para la cultura y para las personas con una visión crítica, por eso comprendo y comparto el descontento y la desesperación que ha generado esta noticia. Estamos pringadas, somos cómplices, pero al mismo tiempo es complejo dirigir el poco poder que tenemos hacia algo que resulte efectivo. Me ha generado mucha ansiedad porque he pensado: ¿Cuál es mi agencia, qué puedo hacer? Son todos los festivales de España, un tejido cultural muy relevante para la música y, sobre todo, el principal sustento económico de muchísimas artistas.
¿Qué sonidos diferentes trae respecto a los anteriores trabajos?
Más que un cambio radical es un upgrade. AOBE, Black Label y Música para Muñecas forman un tríptico en mi cabeza. El trabajo anterior era la fiesta y este es la resaca, las instrumentales siguen teniendo esa onda electrizante, hard bass, bakala, divertida e irreverente de transformación del espacio en un mega club que embruja a los oyentes hasta que pierden el control de sus apéndices bailando y moviendo el esqueleto sin fin. El contraste más grande viene con la lírica de las canciones, son letras más profundas que nacen de esas preguntas que no te has hecho para no darte cuenta de lo que hay que cambiar. Es un álbum muy existencialista.

Samantha Hudson en la entrevista con La Vanguardia
¿Preguntas que tienen respuesta?
Alguna sí y alguna no. A veces, en lugar de encontrar esa solución te encuentras un nuevo enigma. El álbum es un diario personal y, sobre todo, un repaso a través de las experiencias que atraviesa la vida de una persona disidente que persigue sus sueños en una gran ciudad. Habla de la disforia, de sentirse en una espiral, de la fiesta, pero desde un punto ya derrotista, casi de nihilismo donde pierdes el colágeno y la fe.
Un disco que cuenta con las colaboraciones de Zahara, la Zowi y Villano Antillano.
Todas las colaboraciones han surgido como una epifanía. Liturgia explora el proceso creativo, Zahara ha sido una artista muy perseguida por los sectores católicos e israelíes. Era perfecto porque, ¿qué sacerdotisa necesitaba? A una Juana de Arco moderna que se le ha tachado de blasfema y de sacrílega precisamente por usar esa iconografía que también le pertenece. Hot (Gimme More) con la Zowi es una canción guarrona, soy toda esa filosofía pop y la liturgia, pero también soy una chica sexy que se entrega, de vez en cuando, a los placeres de la carne. Full Lace y el tag es la canción más disfrutona. Salir a la calle con la peluca, la trucadora [prenda interior diseñada para ocultar los genitales masculinos] y el top que enseña el belly para que la gente me vea y diga: tiene cara que le da bien heavy. Villano Antillano es como ver un animal mitológico.
En Esta ciudad ft Myuko habla de una ciudad de sueños rotos ¿No ha pensado en irse a vivir al campo?
O le sigues el compás a la ciudad o te pasa por encima, y un día te levantas y te das cuenta de que la gran urbe, que para ti era la proyección de todos tus sueños, te ha masticado y te ha escupido seis veces por lo menos.
A lo mejor no sé quién soy, ni a donde voy, pero creo que sí sé quién no soy y a dónde no voy”
¿'Mis muñecas' es un álbum para todos los públicos?
Sí, me daría mucha pena que alguien se perdiera una propuesta porque no encaja con sus preferencias. Verme en directo es profundamente universal, cuando miras el público la mayoría son gays and girls pero, de repente, hay dos parejas heterosexuales, o las míticas abuelas que vienen con sus nietos mariquitas. Uno me conoce por las redes y por la música, y la otra me ha visto en pasapalabra y deciden colisionar esos mundos. También vienen familias con sus hijos trans, en mis shows hay una relación muy horizontal con el público que siempre ha formado una parte íntegra del espectáculo. Mi música es para mis muñecas, que sois todas las que venís a verme, y “muñecas”, además, tiene esa connotación de dolls muy a la orden del día, amplia y plural.
Y muy estigmatizada también.
Durante mucho tiempo “muñeca” ha sido algo de lo que las mujeres han huido porque se ha convertido en la representación de esos roles de género impuestos. Pero mientras que para algunas mujeres la feminidad ha sido una imposición, para otras ha sido todo lo contrario: un escenario muy restringido. Mucha gente queer no podía jugar con esa muñeca, tampoco podía aspirar a esa feminidad ni a esos códigos del género. La muñeca es igual de antigua que la humanidad, igual que la disidencia, igual que las díscolas y las rebeldes. Puede ser una muñeca de trapo, una de porcelana, a tamaño real, en miniatura, hecha polvo o redomadamente nueva, a tu medida o la más monstruosa. El horizonte, tan amplio, representa la vasija de nuestras proyecciones más íntimas, el epígrafe de las fantasías que alguna vez hemos soñado de nosotras mismas. La transición, la metamorfosis y lo queer es conquistar esas fantasías que se nos han restringido desde que somos pequeñas. Si vienes a ver a Samantha Hudson, eres una muñeca.
¿Quién es más musa: Dios o lo queer?
Son lo mismo, la divinidad es una forma de responder a una pregunta que a lo mejor ni siquiera sabes cuál es. Hay quien se aferra a esa devoción, fe o espiritualidad, y eso ocurre también con la familia escogida, tu entorno. Para mí es igual de divino Jesucristo que el colectivo LGTBIQ+. Cuando veo como adora a los santos mi abuela Margarita pienso que yo adoro así a mis amigas, pero sobre todo mi musa soy yo misma. No me cabe la menor duda de que Dios iría a un concierto mío.

La cantante fotografiada en el exterior del Barceló Raval para la entrevista
Con este disco, ¿se ha permitido decir que no?
Nunca había desechado ninguna canción menos en este proyecto. El margen de error es algo muy provechoso que se borra con la imposición de la viralidad, la ley del algoritmo y la celeridad en la que nos vemos sumergidas. En todas las canciones se ve un rechazo visceral a la culpa.
¿Cuánto hay de vulnerabilidad en sus letras?
Mucho, pero ahí reside su fuerza. Dentro de la industria musical nadie estaba pidiendo una travesti que se suba al escenario, enseñe el coño y se maquille como un basilisco. Las canciones tienen esa cosa tétrica porque no están hablando de que estoy enamorada y feliz, sino que narran la tónica general de la disidencia o, por lo menos, de mis amigas disidentes. Me ha inspirado mucho leer autoras como Alana Portero o Camila Sosa porque también relatan escenarios repletos de experiencias traumáticas que envuelven la vida de las disidencias, pero que revisten de una dignidad muy mágica.
“Ser buena persona no es hacerlo todo bien, es hacerlo mal y saber responder”. Esta es una de las frases de No sé quién soy, la penúltima canción del álbum. ¿Podría ser la síntesis de lo que es el disco?
El disco empieza con una homilía y habla de ser una niña trans. Tiene mucha reminiscencia a cuando empecé con Maricón, y la devoción que sentía de pequeña por Jesucristo y por la Iglesia. Me hacía gracia empezar con una liturgia electrónica junto con Zahara y terminar con esta especie de oración, canto o sermoncito de mi niña interior. Esa frase es la conclusión que saqué. A lo mejor no sé quién soy, ni a donde voy, pero creo que sí sé quién no soy y a dónde no voy.