La reciente subida de impuestos para sanear las finanzas del país y la guerra arancelaria de EE.UU. pasan factura a la economía británica. El producto interior bruto (PIB) de Reino Unido se contrajo un 0,3% en abril, la primera caída en seis meses, según ha informado este jueves la Oficina Nacional de Estadística (ONS, en sus siglas en inglés). El retroceso, mayor de lo esperado, contrasta con el sólido crecimiento que la economía experimentó en el primer trimestre del año, cuando se expandió un 0,7%.
En concreto, el sector servicios, el más importante, registró una contracción mensual del 0,4%, frente al crecimiento del 0,4% en marzo. La producción disminuyó un 0,6%, una décima menos que en el mes anterior, y la construcción creció un 0,9%, tras la expansión del 0,5% en marzo. Fuentes del Gobierno británico han itido que las cifras son “claramente decepcionantes”, si bien confían en que los recientes acuerdos comerciales con India, Estados Unidos y la Unión Europea junto con otras nuevas medidas permitan dar un giro a la situación.

La ministra de Hacienda británica, Rachel Reeves (centro), durante una visita a un centro hospitalario
La contracción de la economía británica se enmarca en un contexto de tensiones en la economía global, derivadas de la decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de imponer aranceles a sus principales socios comerciales. Esta medida ha provocado en el Reino Unido la mayor caída mensual de las exportaciones de bienes hacia EE.UU. desde que comenzaron los registros, en enero de 1997. En total, los envíos de bienes a ese país se redujeron en 2.000 millones de libras (unos 2.700 millones de dólares) respecto a marzo.
El descenso también se atribuye al efecto de recuperación de factores temporales que impulsaron las exportaciones el primer trimestre, incluyendo la amenaza de aranceles estadounidenses que habrían obligado a los fabricantes a acelerar las exportaciones, tal como señala Felix Feather, economista de Aberdeen Investments: “Esta debilidad se produce tras una expansión sorprendentemente fuerte a principios de año, por lo que es probable que en parte refleje cierta compensación por la fortaleza del pasado”.
Los economistas prevén un crecimiento de tan solo el 0,1 % en el trimestre actual, lo que supone una dosis de realidad para el Ejecutivo de Keir Starmer, quien ha elogiado repetidamente el rendimiento superior de Gran Bretaña en el primer trimestre en comparación con el del grupo de las siete economías más desarrolladas del mundo (G7). De hecho, la de abril ha sido la mayor contracción mensual desde la aplastante victoria electoral del Partido Laborista el verano pasado y la mayor caída desde octubre del 2023.
El Gobierno laborista confía en que el impulso de crecimiento a principios del 2025 siga contribuyendo a financiar los planes de reactivación de los servicios públicos, que pasan por la inversión en transporte, defensa, energía y el Servicio Nacional de Salud. Los analistas esperan que el crecimiento promedie tan solo un 0,3% trimestral hasta finales del 2026, lo que aumenta la posibilidad de una nueva subida de los impuestos para controlar el déficit presupuestario. “Un crecimiento más débil es un dolor de cabeza para la ministra de Hacienda, ya que dificulta la generación de los ingresos que el gobierno necesita para respaldar sus considerables planes de gasto, lo que aumenta la probabilidad de nuevas subidas de impuestos en el presupuesto de otoño”, declaró Suren Thiru, director económico del Instituto de Contadores Públicos de Inglaterra y Gales.
Los datos del martes mostraron que la economía ha perdido más de 250.000 empleos desde que la responsable de Hacienda del país, Rachel Reeves, incrementó los impuestos sobre la nómina y el salario mínimo en su primer presupuesto. Empresas de todos los sectores atribuyeron la menor demanda que notaron en abril al aumento impositivo y a los aranceles estadounidenses.