Alfonso Russo, un napolitano de 48 años, lleva 18 meses viviendo en hoteles de lujo, con una particularidad: no ha pagado ni un solo euro de todo lo que ha gastado. Tras aterrar a los hoteleros durante año y medio —cambiaba de identidad y aspecto para seguir con su estilo de vida— Russo fue arrestado en un hotel de la provincia de Módena. Llevaba dos semanas ocupando una de las suites más lujosas del negocio, generando una factura de 1.850 euros, minibar aparte. Una factura que no tenía intención de pagar.
Fue precisamente el director de este hotel el que sospechó del comportamiento de Russo, alojado con otro nombre. El estafador prolongó varias veces la estancia, vaciaba el minibar a diario y siempre tenía problemas menores de pago: tarjetas que no funcionaban y documentación dudosa. Il Corriere de Modena explica que el director avisó a los Carabinieri, que constataron que la identidad con la que se había registrado era falsa. Con todos estos datos, montaron el operativo que condujo al arresto de Russo.
Lo curioso es que Russo, desde el anonimato, se había convertido en una celebridad, participando incluso en programas de televisión a través de entrevistas telefónicas. En su versión de los hechos, lo ocurrido siempre era producto de malentendidos. “A lo sumo he cometido alguna ligereza —se justificaba—, las ligerezas se parecen a las picardías, pero se hacen con buena fe”. Además de en Módena, tenía denuncias en hoteles de Trentino-Alto Adigio, Como, Valtellina… Así hasta 60 denuncias. Russo, napolitano, parecía tener predilección por residir a fondo perdido en el norte de Italia.
Insolvente
El estafador, que quedó en libertad, consiguió que su abogado de oficio le pagara el tren a casa: “No tengo un céntimo”
Tras su detención, el estafador quedó en libertad, pero con la obligación de personarse regularmente ante la autoridad judicial. El 19 de junio será juzgado por suplantación de identidad e insolvencia fraudulenta.
Il Corriere de Modena concluye con una anécdota sobre supuesta en libertad. Al declararse insolvente, se le asignó un abogado de oficio. Decidió trasladarse a Desio, donde dice que reside habitualmente, aunque no consta ningún domicilio a su nombre. Y consiguió que el abogado de oficio le pagase el billete de tren para llegar a casa. “No tengo un céntimo”, le dijo.