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Dos noches de disturbios racistas en el Ulster dejan 33 policías heridos

En Ballymena

Pegatinas xenófobas distinguen los hogares donde viven británicos y extranjeros

Un vehículo arde frente a uno de los ciudadanos causantes de distrubios. 

Charles McQuillan / Getty

Mientras en Estados Unidos los inmigrantes protestan contra las deportaciones y redadas dictadas por un presidente cada vez más autoritario, en Irlanda del Norte los xenófobos marcan con pegatinas las casas donde viven extranjeros para incendiarlas. Mientras en Los Ángeles la policía se extralimita en las cargas contra los manifestantes y ataca con bastones y balas de goma a periodistas, en el Ulster los neonazis lanzan ladrillos y cócteles molotov contra los agentes y causan heridas a 33 de ellos.

Las imágenes podrían ser del downtown de Los Ángeles, aunque con los del PSNI (Servicio Policial de Irlanda del Norte) en un papel muy diferente a los del LAPD (policía de Los Ángeles), o de los años de plomo de la provincia, cuando por estas fechas en que las noches son largas y no hay colegio comenzaban los provocadores desfiles de la Orden de Orange por barriadas nacionalistas, y los jóvenes protestantes y católicos se arrojaban de todo, robaban y quemaban coches como diversión para pasar el tiempo.

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Los sucesos han tenido la misma dinámica que los de meses recientes en Dublín y Southport contra inmigrantes

Ese tipo de incidentes han quedado relegado a la historia con los veinticinco años de paz, pero ha surgido un nuevo tipo dirigido contra los inmigrantes, fomentado por grupos de ultraderecha y atizado a través de las redes sociales. Esta vez el motivo ha sido una agresión sexual contra una joven de Ballymena (condado de Antrim), de la que han sido acusados dos adolescentes rumanos de catorce años que comparecieron en los tribunales con un intérprete para decir su nombre y su edad, y declararse inocentes.

Lo que comenzó como una vigilia y una manifestación pacífica de apoyo a la víctima no tardó en degenerar en violencia, convirtiendo el paisaje de la localidad (60% protestante y 27% católica) en una especie de Los Ángeles sin palmeras, y con la violencia orquestada por los ultras en vez de por los instrumentos del Estado: coches y papeleras quemados, escaparates y ventanas rotos, olor a chamusquina, comercios saqueados, bombas de gasolina lanzadas contra las viviendas de los inmigrantes, que, al igual que en Estados Unidos, tienen miedo. No de las autoridades o de la policía, sino de sus propios vecinos, con sus hogares identificados con pegatinas que dicen “aquí vive un filipino” o “aquí vive un somalí” para que sean “blancos legítimos”.

“Violadores rumanos fuera”, reza una pintada en Ballymena.

PAUL FAITH / AFP

Treinta y tres agentes del PSNI han resultado heridos –algunos fueron hospitalizados– como consecuencia de los proyectiles de todo tipo que los fanáticos lanzaron contra ellos (ladrillos, piedras, fuegos artificiales...). En respuesta, recurrieron a cañones de agua y balas de goma, siendo reforzados con elementos enviados desde Inglaterra y Gales.

Los incidentes se propagaron, aunque con menos intensidad, a otras ciudades de Irlanda de Norte como Belfast, Carrickfergus, Coleraine y Newtownabbey, con cinco individuos detenidos y la presentación por ahora de cargos contra uno de ellos. Las imágenes de cámaras de vídeo en circuito cerrado están siendo examinadas para identificar a quienes hayan atizado los desmanes.

El primer ministro británico, Keir Starmer, y los líderes de todos los partidos del Ulster han denunciado los episodios como racistas y un intento de fomentar el desorden, la división y el caos. “Aunque todos los ciudadanos tienen derecho a manifestarse pacíficamente, violencia como la que ha tenido lugar en Ballymena, con numerosos policías heridos y la población aterrorizada, no se puede justificar de ninguna manera”, señala un comunicado conjunto suscrito por católicos y protestantes

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Los sucesos han seguido la misma tónica de los registrados en meses pasados en Dublín y Southport (Inglaterra) después de asesinatos o agresiones atribuidos a inmigrantes, y a las manifestaciones en Irlanda frente a hoteles utilizados para albergar a solicitantes de asilo. Ello ha llevado a Scotland Yard a adoptar la política de revelar enseguida el origen y la etnia de los sospechosos cuando se trata de individuos de raza blanca, como medida de carácter preventivo. Significativo es sin embargo el silencio del partido populista de ultraderecha Reforma UK, liderado por Nigel Farage, que intenta explotar la xenofobia y los instintos más bajos de los nacionalistas ingleses y el antiguo proletariado como vehículo para llegar al poder. Fue el gran vencedor de las recientes elecciones municipales, y –aunque queda mucha leña por cortar– lidera los sondeos de opinión de cara a las generales del 2029 con una ventaja de ocho puntos sobre el Labour y dieciséis sobre los conservadores.