El frío del amanecer en un desolador páramo es el escenario preferido la alondra ricotí para hacer sentir su presencia. Es una de las aves más amenazadas de Europa, tan difícil de ver que se la conoce como “el fantasma del páramo”. Su reintroducción en zonas donde habitaba en un pasado reciente está siendo posible gracias a Life Connect Ricotí. Este proyecto cuenta con fondos europeos y nacionales, sobre todo de la Generalitat de Catalunya, que deberá contar con un plan para su recuperación antes de finales de 2026 porque solo tiene dos ejemplares en Lleida. En todo el país, se calcula que hay entre 800 y 2.000 hembras y 3.100 machos.
La alondra ricotí, que apenas pesa 40 gramos, con un color marrón poco llamativo y muy esquiva, es el ave esteparia más madrugadora del páramo. Aún es noche cerrada cuando su peculiar canto rompe el silencio. Su destino en España ha estado ligado al de los pastores ovinos. Ambos han ido desapareciendo de los campos al mismo ritmo. Sin ovejas, esas zonas arbustivas bajas donde les gusta vivir y criar se convierten en bosques, algo que tratan de revertir los científicos implicados en su recuperación. Con un censo en declive desde hace años, restaurar sus hábitats es hoy una prioridad para la UE, que ya ha aprobado dos proyectos Life para esta ave y podría dedicar un tercero, si se sigue apostando por este programa en Europa.
En Alfés (Lleida)
En Catalunya sólo quedan dos ejemplares

La alondra ricotí vive y cría en zonas de arbustos bajos
Para entender cómo la alondra ricotí (Chersophilus duponti) ha llegado a esta situación extrema, hay un dato fundamental: en tres décadas hemos perdido 12 millones de ovejas, dos millones solo en los tres últimos años. A falta de estos herbívoros domésticos, que sustituyeron a los silvestres que hace un millón de años mantenían las estepas, los árboles se extienden. “Tenemos siete millones más de hectáreas forestales y están desapareciendo los páramos, un ecosistema fundamental con hasta 136 endemismos, y revertir esta situación requiere del mundo rural”, apunta el catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid Juan Traba, coordinador del proyecto. “La alondra ricotí anida en el suelo, requiere arbustos bajos para que sus depredadores no las vean y comen insectos, sobre todo artrópodos, que proliferan con los excrementos de ese ganado”, explica el científico sobre esa relación ave-oveja.
El primer proyecto dedicado a su conservación, el Life Alondra Ricotí, se desarrolló entre 2016 y 2021 en los páramos de Soria, con apoyo de la Junta de Castilla y León. Para restaurar páramos se talaron 300 hectáreas de pinos y encinas. Después, se llegó a acuerdos con ganaderos ovinos para que llevaran allí sus rebaños a pastar, controlados con un GPS para saber por dónde se mueven y que no sobrepastoreen el terreno. A los implicados, no solo se les facilita agua para el ganado cuando no hay y se les construyen rediles si es preciso, sino que les proporcionan apoyo económico por el servicio ambiental que prestan: 30 euros por hectárea pastada al año mientras dura el proyecto.
El segundo, el Life Connect Ricotí, que acaba en diciembre de 2026, mantiene este objetivo pero también incluye conectar las zonas donde ya está la especie, tanto en esta comunidad como en Castilla-La Mancha, así como preparar el terreno en Catalunya para su llegada. En total, ya se han restaurado 600 hectáreas. Además, se ha han trasladado 41 ejemplares (30 machos, que son en torno al 65% del total en la especie) entre unos lugares y otros, que están funcionando.
Antes de trasladar ejemplares, hay que tener su hábitat en buenas condiciones y ver cómo funcionan los traslados en otras autonomías

Las dos únicas alondras ricotí censadas en Catalumya se localizan en el municipio de Alfés (Lleida)
Las dos únicas alondras ricotí censadas en Catalumya se localizan en el municipio de Alfés (Lleida). La Generalitat, el organismo público que ha puesto más fondos (600.000 euros) en este Life, aún no ha decidido si habrá o no traslados a este comunidad. El investigador Gerard Bota, del Centro de Ciencia y Tecnología Forestal de Catalunya (CTFC), socio científico del proyecto, recuerda que en 2005 su presencia impidió que el aeropuerto de Lleida se construyera en este municipio. Dos años después se extinguió esa población, aunque unos pocos ejemplares retornaron de forma natural desde Aragón hacia 2015. La tormenta Filomena de 2021 dejó esa única pareja aislada en la Timoneda Alfés. Ahora, para ampliar su hábitat se ha restaurado la cercana reserva natural Mas de Melons. “Antes de trasladar ejemplares, hay que tener su hábitat en buenas condiciones, comprobar que se mantiene bien y ver cómo funcionan estas translocaciones (traslados) en otras autonomías”, explica Bota.
Desde la Generalitat, Jordi Parpal, responsable de las reservas naturales de secanos en Lleida , apunta que ya hay en marcha un borrador para un plan de recuperación de la especie, si bien no confirma si incluirían o no estos traslados sin un tercer Life, una opción aún no decidida. “Además, es un asunto a tratar con los agentes locales porque requiere el consenso de la población”, apunta Parpal.
En los páramos de Riaza o Sepúlveda sí lo hay. Ganaderos ovinos de Montejo de la Vega de la Serrezuela pastorean el terreno que les marcan los científicos para que las sabinas no crezcan. “Con ir entre 20 y 45 al año es suficiente, es casi una tarea de jardinería. Lo deseable sería que al acabar el proyecto las istraciones les compensaran por su labor en la conservación de una especie en extinción”, apunta Juan Traba, Catedrático en el Departamento de Ecología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Su equipo hizo mucha labor de información previa, junto a la Fundación Patrimonio Natural de Castilla y León, en las comarcas implicadas. “Vinieron y nos dieron charlas explicando todo con detalle lo que pasaba y nos convencieron de que conservar depende de todos, aunque hubiera al principio reticencias a talar”, confirma Paco desde su tractor en un encuentro casual durante la visita a los páramos segovianos de Valdevacas.
Lo más importante es apoyar al ganado ovino porque es la forma natural de mantener unos ecosistemas de los que no podemos prescindir
Y es que esta alondra, que al amanecer se escucha pero que luego cuesta mucho ver, hace sus nidos camuflados, casi enterrados entre la vegetación baja. Casi nadie las conoce, aunque los madrugadores escuchan a sus machos cantores. Por ello, averiguar cuántas hay es tarea ardua. El biólogo Pedro Sáez-Gómez y otros colaboradores de la UAM van ‘patrullando’ antes del amanecer los senderos para ubicar los nidos al primer canto. Llevan luces infrarrojas. En dos días de visita cerca de Riaza, solo una de estas aves se hace visible al cruzar por delante del vehículo de Traba.
Los del proyecto, desde 2023, han llevado ejemplares de zonas con más poblaciones a tres municipios: Embid y Valeria (Guadalajara) y Pedro Izquierdo (Cuenca). Antes de estas ‘translocaciones” les hacen exhaustivos análisis y les colocan transmisores GPS que importaron de Canadá porque no había en Europa de tan pequeño tamaño como precisan. Y funciona: en tres años, en Embid han pasado de tres a 32 ricotís y en Valeria de cero a cuatro. Aún no hay datos claros de los llevados a Pedro Izquierdo. “Puede que se les acabara la batería del GPS, que perdieran la antena o fueran depredadas. Lo que sabemos es que se expanden mejor si conectan con zonas cercanas ya con la especie, pero es importante crear poblaciones que en el futuro sirvan para unir zonas alejadas”, señala Sáez-Gómez, inmerso estos días en censar alondras por tierras de Soria.
Traba, por su parte, apunta a la posibilidad de un programa piloto de cría en cautividad, que podría incluirse en un futuro Life europeo, lo que permitiría tener un ‘stock’ de ejemplares. “Con todo, lo más importante es cambiar la percepción de la tala de árboles, que en estos páramos es positiva, y apoyar al ganado ovino porque es la forma natural de mantener unos ecosistemas de los que no podemos prescindir”, asegura.