Una tarde de noviembre de 2003, Hélio da Silva, ejecutivo de una empresa del sector azucarero, regresaba de su trabajo por la zona de Tiquatira, al este de São Paulo, una de las ciudades más pobladas de Brasil. Dedicó la caminata a contemplar un paisaje totalmente degradado y abandonado, convertido en un vertedero a cielo abierto. Cuando llegó a su casa, le dijo a su mujer: “Voy a plantar árboles y a transformar Tiquatira en un enorme parque verde”.
Días más tarde, este empresario, hoy ya jubilado (73 años), se llevó en su maletín una semilla de jequitibá, el árbol más grande y noble de la Mata Atlántica. Lo plantó en un camino de tierra y lo anotó en una libreta. “Fue el primero de muchos”, dice 22 años después. El cuaderno tiene hoy un registro de 41.100 árboles plantados.

El Parque Lineal de Tiquatira es un respiro de biodiversidad en medio del hormigón de São Paulo
Este pulmón verde lo ha cambiado todo. La gente tiene más autoestima, mejor salud, más ocio, más vida. Parques y bosques curan las ciudades

Hélio da Silva lleva más de 20 años plantando árboles en la zona de Tiquatira, al este de São Paulo
Hélio da Silva es conocido en São Paulo como “el plantador de árboles”. Es el ideólogo y ejecutor de una imponente transformación urbana. Donde antes había asfalto, tierra degradada y basura, hoy hay un bosque urbano, una enorme franja verde de tres kilómetros de largo, repleta de biodiversidad, que conecta dos grandes avenidas. “Hay pocos parques lineales en el mundo tan grandes como el que tenemos aquí en Tiquatira”, se jacta.
Con sus manos, este brasileño ha logrado una medida de adaptación clave al cambio climático: la renaturalización como motor de transformación urbana y mejora de la calidad de vida de sus ciudadanos. En Tiquatira han regresado especies de aves y otros seres vivos que no se veían desde el siglo pasado. La marea de árboles contrarresta en verano el efecto de isla de calor, fenómeno que ocurre en zonas urbanas donde las temperaturas son más altas que en las áreas rurales circundantes. Además, la región se ha convertido en un epicentro de ocio, esparcimiento y deporte.
“Este pulmón verde ha cambiado mucho la vida de esta región y de sus alrededores. Lo ha cambiado todo. Y no es una exageración. La gente tiene más autoestima, mejor salud, más ocio, más vida. Los parques y los bosques curan las ciudades”, celebra Hélio en diálogo con La Vanguardia. “Hemos demostrado que esta transformación es posible y está al alcance de nuestras manos. Es una lección a nivel global”, agrega.
De un puñado semillas a un bosque urbano

Hélio ya está jubilado: su meta es superar la marca de 50.000 plantaciones
Silva recuerda que su familia no tomó en serio su aventura. Su mujer pensó que aquella promesa, la de plantar miles de árboles, iba a morir en palabras. No sabía que su marido ya tenía planificado un viaje al interior de São Paulo para comprar una primera bolsa de 200 semillas de jequitibá. En São Paulo no existe ninguna ley que prohíba a un ciudadano plantar un árbol en un área pública.
La primera siembra, sin embargo, fracasó. Todos los árboles fueron vandalizados y destruidos. Empecinado, esparció otras 400 semillas por todo Tiquatira. La escena de destrucción se repitió. “Déjalo ya”, le repetía su mujer ante su desazón y amargura. “Todo lo contrario: ahora voy a plantar 5.000 árboles”, replicó. En el tercer intento, los árboles empezaron a crecer. En 2005, Silva advirtió que la misión era titánica y que necesitaba ayuda política para que su proyecto escalara. Entonces, golpeó la puerta del despacho de Eduardo Jorge, el por entonces secretario de Medio Ambiente de São Paulo.
El funcionario se acercó a Tiquatira y vio la gesta de Silva con sus propios ojos. Se comprometió a ayudarlo. La renaturalización se convirtió en una política pública. Agrónomos y jardineros empezaron a trabajar en el proyecto. El parque alberga hoy 162 especies de árboles.
El apoyo del Estado es importante. Hay que incluir la educación ambiental y la importancia de los árboles en la currículo escolar

Fotografías por satélite de Tiquatira en 2005 (arriba) y en 2024 (abajo)
Silva ánima a todos los vecinos de todas las ciudades del mundo a seguir sus pasos. Pero aclara que la tarea requiere no sólo esfuerzo, también formación. Hay que saber elegir el lugar, comprar las semillas o plántulas y plantar y fertilizar durante un año. “Un árbol es como un niño. Necesita ayuda y eso es fantástico. No basta sólo con cavar un hoyo y plantarlo”, explica.
Su meta es superar la marca de 50.000 plantaciones. También quiere instalar bibliotecas públicas para que la gente, en medio de sus paseos, se siente a leer. “El apoyo del Estado debe venir también con estas acciones. Es importante incluir la educación ambiental y la importancia de los árboles en la currículo escolar. Hay que estimular la conexión entre la naturaleza y los jóvenes”, reflexiona sobre los próximos pasos.
Por lo pronto, Silva está satisfecho por haber recuperado un “trozo de Bosque Atlántico”, uno de los seis biomas de Brasil, en el corazón de una de sus ciudades más grandes. Doscientos años atrás, São Paulo era toda verde. “El hombre en nombre del progreso destruyó la naturaleza. Hemos recuperado una pequeña porción. La satisfacción es inmensa”, dice orgulloso.