“Unha vez tiven un cravo / cravado no corazón...” cantó Rosalía de Castro en su obra maestra Follas novas, en que denunciaba a finales del siglo XIX temas aún vigentes como la emigración, la pobreza o la situación de la mujer. Como la inspirada poeta gallega, Rosa Vergés también tiene su propio clavo clavado en el corazón. Se llama Blanca. Y es una película. Esa que debía ser su ópera prima en lugar del exitoso Boom boom, que le valió el Goya a la mejor dirección novel. Esa que sigue esperando amarilleando en un cajón que la cineasta se resiste a cerrar bajo llave.

Vergés no abandona su sueño de juventud y sigue dándole la mano a sus 70 años, demostrando una fidelidad conmovedora con los propios deseos, con las propias certezas. Esta misma semana volvió a hablar de él en uno de los interesantes encuentros que organiza la Peña 2001 del Cercle del Liceu, capitaneada por mujeres que conmemoran con este nombre el tardío año en el que pudieron ser socias de pleno derecho de la institución.
A sus 70 años, Rosa Vergés no ha abandonado su sueño de juventud
La directora, recientemente reconocida con un Gaudí de Honor, insiste en hablar de esta película fantasma en las entrevistas que ha ido ofreciendo en los medios. Blanca narra la historia de amor entre una cristiana y un musulmán, como ese Mar i cel de Àngel Guimerà que tanto éxito ha dado a Dagoll Dagom y cuya protagonista también se llama Blanca. En su caso, la historia, con “maravillosos diálogos” escritos por Narcís Comadira, se inspira en una leyenda medieval de kilómetro cero, la de Adalés, hija del duque de Cardona encerrada en una torre para evitar su romance con el príncipe musulmán Abdalà. Un tema también de actualidad, según apuntó la propia realizadora en el Cercle.
Porque hay temas que no mueren y películas que nunca son. Le sucedió a Stanley Kubrick: obsesionado con Napoleón, anhelaba recrear su vida. No lo logró. O a Benicio del Toro, que tampoco ha podido llevar a la gran pantalla la novela At the mountains of madness, de H. P. Lovecraft. Todavía. Porque la perseverancia puede dar sus frutos. James Cameron, por ejemplo, empezó a pensar en Avatar veinte años antes de su estreno. Y Rosa Vergés ya idea un plan para que su Blanca despierte del letargo en formato teatral y así por fin pueda soltarle la mano para que vuele libre.